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k1lmjaf825

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Lo mas interesante sobre los perros y gatos - 6 - 74 - 85

En la mayoría de los países occidentales el número de hogares que cuentan con mascotas es cada vez mayor, principalmente perros y gatos, ha crecido firmemente en las últimas décadas, aunque tambien se elige como mascota a otros animales como periquitos . No obstante, la utilización del término mascota ha recibido distintos cuestionamientos en tanto no respetaría la integridad del animal. En su lugar muchos autores han optado por la utilización de la expresión animal de compañía, la que connotaría una relación más igualitaria. Sin embargo, esta expresión asimismo ha recibido cuestionamientos y no necesariamente resulta sustituible con el término mascota.

Mascota frente a animal de compañía parece reflejar la forma dual en la que estos animales son considerados y tratados. Se exponen desarrollos sobre el origen de la posesión de mascotas y su evolución histórica, y se discuten desde los más recientes cambios culturales. Por último, en conclusión, se resalta el potencial de estos animales para confrontar a las personas respecto de su posicionamiento antropocéntrico en el mundo, fomentando un acercamiento más igualitario cara los animales y el planeta natural.

¿QUÉ ES UNA MASCOTA? OBJETOS Y MIEMBROS DE LA FAMILIA

Hace 2 o bien 3 años, en uno de los paseos frecuentes que realizamos con mis perras por el parque, ellas empezaron a jugar con un cachorro de Beagle de unos 6 meses de edad. Noté que el perro andaba con dificultad y le pregunté a su dueña por esto. Ella me comentó que se trataba de una nosología crónica de los nervios de las patas traseras de origen impreciso, que al principio había pasada inadvertida en tanto el animal era pequeñísimo al momento de su adquisición, pero que luego se había hecho muy evidente.

Me contó que después de una serie de estudios veterinarios había ido al vivero a solicitar el reembolso de su dinero, debido a la nosología del animal. El criador le había referido que posiblemente no se tratase de un inconveniente innato, en tantos los padres y hermanos del perrito no habían mostrado un cuadro similar. De todas formas, el hombre habría aceptado su reclamo, ofreciéndole 2 alternativas: entregarle un nuevo cachorro o bien rembolsarle su dinero; claro, siempre y cuando devolviese el cánido enfermo al criador. La mujer manifestó que no estaba dispuesta a entregar al animal, en tanto había comenzado a formar un vínculo con él y suponía que el criador terminaría por sacrificarlo. Esto parecía haber incrementado su indignación cara el malévolo criador.

Le pregunté entonces qué haría si volviera al momento de la compra: si escogería a su perro o si elegiría a un hermano sano. Ella se mostró desconcertada, y sin conseguir contestar, velozmente arremetió nuevamente contra la ética del criador y refirió sus pretensiones de denunciarlo.

INTRODUCCIÓN

Ancestralmente, en diversas culturas alrededor de todo el planeta, los animales han sido respetados como compañeros esenciales en la supervivencia y en la salud de las personas. Muchas tradiciones espirituales han honrado las relaciones entre humanos y las formas de vida animal, como parte de la interconexión con el planeta natural y espiritual (Serpell, 2006).

Sin embargo, las actitudes humanas cara los animales han sido extraordinariamente variables y arbitrarias entre distintas culturas. Es probable que estas diferencias tengan un origen tanto materialista —existiendo motivos económicos relacionados— como asimismo en las connotaciones sensibles y simbólicas particulares (Kobayashi, 2011; Serpell, mil novecientos noventa y seis). Los animales son esenciales para sociedades de cazadores-recolectores y ganaderos, que se basan en ellos de forma directa para obtener comida, lana, cuero, herramientas y otros materiales. Asimismo, son fundamentales en las sociedades agrícolas y en las civilizaciones que surgieron de estas, donde además de materiales proveían fuerza motora (York & Mancus, 2013).

Los animales han tenido una profunda repercusión en las diversas sociedades humanas desempeñando un rol fundamental durante la historia de la humanidad (York & Mancus, 2013). En la actualidad forman uno de los componentes naturales de mayor significado social y económico, científico y cultural de un país (Páramo & Galvis, dos mil diez). Los humanos usan animales de múltiples formas, mayormente en relación a productos tangibles o servicios, como ser la producción de comestibles o bien pieles, transporte, seguridad o bien investigación biomédica (Sandøe, Corr, & Palmer, dos mil dieciseis).

Al paso que la mayor parte de los animales familiares son explotados con indiferencia desde los recursos económicos y los servicios prácticos que proveen, hay una categoría completamente diferenciada de animales familiares, la cual, por motivos no obvios, está excluida de este trato (Serpell, 1996; Serpell & Paul, mil novecientos noventa y cuatro). Estos animales, son mantenidos en los hogares de las personas donde semejan tener un propósito escasamente definido. A estos nos referimos usualmente como mascotas (Sandøe et al., dos mil dieciseis); y los animales que prototípicamente representan esta categoría son los perros y los gatos.

En la mayor parte de los países occidentales, el número de hogares que cuentan con perros o bien gatos ha crecido firmemente en las últimas décadas (Serpell, dos mil dieciseis). En Estados Unidos en el año 2011 más de un tercio de los hogares tenían uno o bien más perros, y poco menos de un tercio tenía uno o bien más gatos (American Veterinary Medical Association, 2012). Cálculos más recientes efectuados por la American Pet Products Association (s.f.) estimaron que entre el 2015 y el 2016 más del cuarenta y cuatro por cien de los hogares estadounidenses contarían con por lo menos un can de compañía. En la Unión Europea en el 2014 se encontró que poco más del 25 por cien de los hogares tenían al menos un gato, y alrededor del dieciocho por ciento tenía cuando menos un perro (European Pet Food Industry Federation, dos mil catorce).

El informe recientemente publicado por el Ministerio de Hacienda respecto de la posesión de animales de compañía en la Ciudad Autónoma de la ciudad de Buenos Aires (Dirección General de Estadística y Censos, dos mil dieciseis) estimó una población levemente superior: 430,000 perros, a razón de un cánido cada setecientos catorce personas, y doscientos cincuenta con cero gatos, a razón de un gato cada ciento veinticinco personas.

Las mascotas pueden cambiar ampliamente, incluyendo diferentes especies de mamíferos, aves, peces y reptiles. En el último relevamiento demográfico de animales de compañía publicados respecto de la Urbe Autónoma de la ciudad de Buenos Aires por el Instituto de Zoonosis Luis Pasteur, se estimó un total de ochocientos sesenta y cinco mil novecientos ochenta y cuatro animales. De estos, el 49.19 por cien eran caninos, 23.87 por ciento felinos, 13.69 por ciento aves y trece y veinticinco por cien de otras especies (Bovisio et al., 2004).

Al paso que las relaciones establecidas con ciertos de estos animales resultan relativamente parasociales y unilaterales (e.g., tortugas, peces), las relaciones establecidas con otras mascotas, como perros y gatos, implican compañía, contacto físico y bienestar. Sin embargo, podemos englobarlos a todos en una misma categoría y referirnos a todos bajo el término. Entonces, ¿qué es una mascota?

¿CÓMO SE DEFINEN?

En castellano la palabra mascota tiene 3 acepciones, en tanto designa una persona, animal o cosa que sirve de talismán atrayendo buena suerte, un tipo de sombrero flexible, y un animal de compañía (Diccionario de la R.A.E., dos mil catorce). La lengua castellana lo tomó del francés mascotte, préstamo tardío (de 1867) del provenzal mascoto, que en francés significa “brujería, embrujo”, y que se propagó a partir a la opereta de Audran La Mascotte de 1880, que rondaba en torno a una joven que atraía buena suerte (Currel, dos mil seis).

En inglés, mascota (pet) tiene distintas acepciones, pero aquella que se caniche poodle toy refiere al animal de compañía lo define como un animal típicamente amaestrado o amansado, que es mantenido por placer o bien compañía (Stevenson, 2010).

En las definiciones de mascota, en tanto animal de compañía, se destaca la tendencia a discriminar los animales mantenidos fundamentalmente por motivos sociales, emocionales o bien sentimentales (i.e., mascotas) de aquellos animales mantenidos por propósitos económicos o bien prácticos (i.e., animales de trabajo, ganado, animales de experimentación). De todas formas, se reconoce que ambas categorías puedan superponerse en la práctica, como sucede con los perros guía o perros pastores (Serpell & Paul, dos mil once).

Una definición extensamente aceptada de la mascota como animal de compañía, la describe como aquel animal que se halla bajo control humano, vinculado a un hogar, compartiendo amedrentad y proximidad con sus cuidadores, y recibiendo un trato especial de cariño, cuidados y atención que garantizan su estado de salud (Savishinsky, 1985). Aunque los humanos han mantenido como mascotas una enorme pluralidad de animales —incluyendo grillos, tigres, cerdos, vacas, ratas, cobras, caimanes, águilas— los animales prototípicos que identifican la categoría mascota son los perros y los gatos (Herzog, dos mil doce).

En nipón es posible denominar a una mascota como petto o como aigandôbutsu (literalmente “animales para querer y con los que jugar [o disfrutar]”); y mientras que algunas especies, como perros y gatos, son referidos de las dos formas, otras como los grillos o escarabajos —en su conjunto llamados mushi— son referidos en la literatura generalmente como petto, mas jamás como aigandôbutsu (Laurent, 2000).

En la cultura occidental, actualmente el término mascota no goza de popularidad en tanto no respetaría la propia integridad y dignidad de los animales (Sandøe et al., 2016), y animal de compañía ha sido preferido por muchos investigadores en el campo de las interacciones humano-animal. Este último término hace referencia a la primordial función que la gente refiere de muchos de estos animales y a la vez connota una relación de mayor igualdad (Staats, Wallace, & Anderson, 2008; Walsh, 2009).

La expresión animal de compañía se ha mostrado también problemática, en tanto el término de compañía, o bien en inglés también compañero (companion), pasa por alto el hecho de que los humanos son por norma general considerados los dueños de sus compañeros no-humanos; y, además de esto, animal obscurece el hecho de que los humanos asimismo son animales (Redmalm, dos mil trece). Ciertos autores rechazan también este término en tanto muchas mascotas no se configuran como compañeros (y también.g., Herzog, dos mil doce).

De este modo mascota y animal de compañía no necesariamente serían términos intercambiables, sino el primero entendería un extenso rango de animales con los que las personas elijen vivir, y el segundo término reflejaría un subconjunto de mascotas con los que las personas tienen un vínculo singular y también interactivo (Sandøe et al., 2016).

Por otro lado, legalmente los animales de compañía son considerados propiedades (Irvine, 2004; Miller, 2011). Aunque resulta indiscutible que en tanto las personas adquieran animales legítimamente son sus dueños o bien propietarios, diferentes organizaciones dedicadas a la protección de animales hacen referencia a sus tenedores como custodios, buscando reflejar la relación subjetiva que existe con el animal (Armstrong et al., 2001). Si bien este término, al menos de forma simbólica, genera un corrimiento del modelo de propiedad hacia uno más bien familiar, tiende a situar la cuestión en un territorio de parentalidad; esto puede contribuir a la infantilización de estos animales al paso que carece de cualquier clase de respaldo legal (Miller, dos mil once). A diferencia de quien tiene la custodia de un niño, quien ejercita la custodia sobre una mascota está autorizado a deshacerse de ella, venderla, castrarla o sacrificarla. Para Herzog (2012) los términos animal de compañía y protejo son sólo ilusiones lingüísticas que aparentan que no tuviéramos a los animales con caracter del pastor aleman los que vivimos.

Se ha propuesto la incorporación legal de los animales de compañía como propiedad viviente y el reconocimiento de sus derechos legales (Favre, 2000; 2010). Sin embargo, si estos animales son entendidos esencialmente como una clase de seres vivos que existen para brindar placer y compañía a los humanos, concederle un valor intrínseco a su vida hace que sea controvertible su posesión y tenencia, sea que los llamemos mascotas o animales de compañía (Irvine, dos mil cuatro).

Por su lado, el término mascota dejaría destacar la asimetría y jerarquía que existe en la relación el beagle entre humanos y estos animales (Belk, mil novecientos noventa y seis). A su vez destaca la situación paradójica que estos ocupan, siendo productos de mercado y al unísono siendo incluidos en la esfera humana como miembros de la familia (Redmalm, dos mil trece). De esta manera, los perros y gatos de compañía pueden ser pensados como criaturas que hacen equilibrio entre la naturaleza y la cultura, simultáneamente incluidas y excluidas de un humano. Mascota frente a animal de compañía refleja la manera dual en la que estos animales son considerados y tratados (Belk, 1996).